En ocasiones, nos encontramos con la tentación de saltarnos un entrenamiento, ya sea por agotamiento, falta de motivación o simplemente flojera. Sin embargo, no todas las razones para omitir una sesión de ejercicio son válidas, y es crucial entender cuándo es realmente necesario tomarse un descanso y cuándo es simplemente la mente jugando en nuestra contra. Mantener una buena disciplina en la rutina de entrenamiento es esencial para lograr nuestros objetivos y, sobre todo, para construir un estado mental más fuerte que nos acompañe en cada aspecto de la vida.
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ToggleEs importante reconocer que existen momentos en los que saltarse un entrenamiento es la mejor opción para el cuerpo y la mente. Casos como la enfermedad, el dolor muscular severo o una fatiga extrema no solo justifican un descanso, sino que pueden prevenir lesiones y el agotamiento crónico. De hecho, estudios del Journal of Strength and Conditioning Research señalan que forzar el entrenamiento durante fases de fatiga intensa puede aumentar el riesgo de lesiones hasta en un 33%.
Esto no significa que cualquier cansancio o falta de ganas sea una excusa válida. La clave radica en evaluar la situación objetivamente: ¿es una cuestión de salud, o es simplemente flojera? Saltarse una sesión por falta de motivación puede debilitar la disciplina, algo esencial para lograr resultados a largo plazo.
El cuerpo envía señales claras cuando necesita descanso. Uno de los errores más comunes es ignorar el dolor muscular o el agotamiento prolongado en favor de mantener una rutina sin interrupciones. Aquí es donde entra en juego la recuperación activa, que incluye estiramientos ligeros, caminatas suaves o incluso una sesión de yoga. Según investigaciones publicadas en el British Journal of Sports Medicine, la recuperación adecuada es clave para mejorar el rendimiento y evitar el “overtraining”, que puede llevar a desequilibrios hormonales y una caída en el rendimiento físico y mental.
Es importante también recordar que la fatiga acumulada puede ser perjudicial. Saltarse un entrenamiento por fatiga extrema no solo está permitido, sino que es parte esencial del éxito deportivo.
La disciplina es el pilar de cualquier atleta, ya sea aficionado o profesional. Una mente disciplinada no se deja llevar por las excusas. Estudios sobre psicología deportiva han demostrado que la constancia es lo que separa a aquellos que alcanzan sus metas de quienes se quedan en el camino. No siempre tendrás ganas de entrenar, y es precisamente en esos días cuando más importa hacerlo. Cada sesión completada, especialmente en los días difíciles, fortalece el carácter y crea una relación más sólida entre la mente y el cuerpo.
Es vital entender que la disciplina no es una habilidad con la que se nace, sino una que se cultiva con el tiempo y la práctica.
Saltarse un entrenamiento sin una razón sólida no solo afecta físicamente, sino que también tiene consecuencias en el estado mental. El cuerpo, al no recibir el estímulo constante del ejercicio, puede comenzar a perder fuerza y resistencia en poco tiempo. Según el Journal of Applied Physiology, una pausa prolongada en la actividad física puede resultar en una disminución del rendimiento cardiovascular en tan solo dos semanas. Además, a nivel psicológico, el hábito de omitir entrenamientos puede desencadenar un ciclo negativo donde cada vez resulta más difícil regresar a la rutina.
Una sola sesión omitida puede no parecer significativa, pero la acumulación de estos “descansos” no planificados genera una pérdida en los progresos obtenidos.
La motivación es un elemento que fluctúa constantemente. Sin embargo, es fundamental no depender exclusivamente de ella para cumplir con la rutina. Establecer hábitos firmes y mantener una estructura organizada son claves para no caer en la procrastinación. Diversos estudios en el campo de la psicología del deporte recomiendan técnicas como establecer recompensas a corto plazo, fijar metas claras y específicas, y realizar una rutina que sea variada y desafiante para mantener el interés.
Crear un entorno que favorezca el ejercicio, como preparar la ropa de entrenamiento la noche anterior o mantener un registro de los progresos, también ayuda a reforzar la constancia.
La satisfacción que se siente después de vencer esa resistencia interna es incomparable. Cada vez que el cuerpo y la mente quieren detenerse, pero logramos superar ese obstáculo, fortalecemos no solo el físico, sino también nuestra fortaleza mental. Estudios sobre motivación y rendimiento físico en el European Journal of Sport Science afirman que completar una sesión, incluso en días en que no se siente la motivación, genera una sensación de logro que refuerza la autoconfianza y la autoeficacia.
A largo plazo, esta mentalidad positiva crea una espiral de éxito, donde cada pequeño triunfo nos empuja a seguir adelante con más energía y determinación.
Por otro lado, forzar el cuerpo cuando no está en condiciones puede ser más perjudicial que beneficioso. Los expertos coinciden en que es esencial aprender a reconocer las señales de alerta, como dolores persistentes, agotamiento mental y, por supuesto, enfermedades. Saltarse un entrenamiento en estos casos no solo es recomendable, sino necesario para permitir que el cuerpo se recupere adecuadamente y evitar un retroceso en los progresos.
Un estudio publicado en Sports Health indica que los atletas que no respetan las señales de agotamiento y sobrecarga tienen un 40% más de probabilidades de desarrollar lesiones crónicas que aquellos que permiten que el cuerpo se recupere.
Tener una mentalidad fuerte es esencial para establecer una rutina que perdure. La mentalidad de crecimiento, popularizada por la psicóloga Carol Dweck, resalta que el éxito no viene de la perfección, sino de la capacidad de aprender de los errores y seguir adelante. Aquellos que abrazan esta filosofía son más propensos a mantenerse consistentes en sus entrenamientos, ya que entienden que cada sesión es una oportunidad para mejorar.
Fortalecer la mente y el cuerpo es un proceso de largo plazo, donde las pequeñas victorias cotidianas contribuyen a crear una rutina sólida y duradera.
Superar la flojera requiere más que fuerza de voluntad; es necesario tener un plan estructurado que funcione a largo plazo. Mantener la motivación constante no es fácil, pero hay estrategias eficaces para combatir la pereza. Cambiar el enfoque del entrenamiento, probar nuevas disciplinas o unirse a grupos deportivos son maneras eficaces de hacer que el proceso sea más dinámico y menos monótono.
Según el International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, aquellos que varían su rutina de entrenamiento reportan mayor satisfacción y compromiso a largo plazo.
En definitiva, la clave para un entrenamiento exitoso y sostenido radica en encontrar el equilibrio entre saber cuándo descansar y cuándo empujar los límites de la comodidad. Saltarse un entrenamiento no debe ser una decisión tomada a la ligera, pero tampoco debe convertirse en un pecado imperdonable. Saber escuchar al cuerpo y, al mismo tiempo, mantener una disciplina firme es lo que nos permitirá seguir avanzando, tanto física como mentalmente. Con cada sesión completada, estamos más cerca de nuestros objetivos.
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